El acabado
Tradicionalmente, los acabadores pertenecían al ramo del agua.
Su trabajo consiste en lavar la “empesa” o tejido crudo, limpiar impurezas y dejar el tejido estabilizado de medidas, es decir, encogido para que el confeccionista o el usuario no tenga problemas posteriores.
En torno a los acabados se encuentran: la estampación, los tintoreros y el ennoblecimiento, es decir, todo lo relacionado con añadir materiales para mejorar el tacto, aportar protección al tejido, etc.
Son industrias con peso propio, sus máquinas miden 20 o 30 m y necesitan mucha agua. Todas ellas tienen normativas y revisiones específicas del sector y de productos, y por supuesto, depuradoras.
De los años 60 hasta la actualidad, como en tantos otros ambiente de la vida cotidiana, han triunfado las Químicas, como en la tierra, en las farmacias… Y, paralelamente, se ha deslocalizado la tejeduría hacia Asia, la industria se ha desmembrado, el tejido viene de fuera, importado a peso y pasando por la Bolsa, de las manos de expertos en especulaciones, que no en tejidos.
Por lo tanto, la situación actual es la siguiente:
En general, los tejidos que encontramos en las tiendas se han creado especulando con el coste de las materias, y son de baja calidad y poco diversos. Viajan vía contenedor y cuando llegan aquí, son adquiridos por diferentes importadores que los diferencian para hacerlos atractivos para nuestras colecciones de moda, a base de procesos de acabados, estampaciones y productos añadidos, generalmente químicos, que dañan a los tejidos, el medioambiente y, a veces, a nuestra piel.
En Cotó roig hemos invertido el criterio: hemos diseñado y creado unos buenos tejidos de base, con la mentalidad de básicos, que no requieran de ennoblecimientos posteriores. Tejidos pensados para encoger y ser estables, que con un proceso industrial de lavados similar al que hacían nuestras abuelas en el río, podamos darles uso, y sean amables, estables y duraderos.